Hemos aterrizado en Ibiza. El viaje comienza ya desde el aeropuerto. Todos en ese avión sienten exactamente lo mismo: se mueren de la emoción por llegar a este maravilloso lugar. Todo tiene un barniz de felicidad y el ritmo vital está un par de marchas por encima de lo normal aunque, lo sabemos y aceptamos, todos pareceremos como si fuéramos zombies de The Walking Dead en el viaje de regreso. No obstante, por ahora todo son risas y animadas conversaciones.
Ya estoy en el coche e Ibiza Global Radio suena por los altavoces. A los lados de la carretera hay pequeños caminos que se adentran y salen de los olivares, un destello de pueblo blanco aquí, un atisbo de mar azul allá. Puedo ver gente sonriente y feliz en jeeps en los semáforos moviendo la cabeza al son de la radio. Hablando de jeeps, hay muchos modelos Wrangler en Ibiza. En Salamanca hay tan pocos que los nombramos por su color: el Blanco (el nuestro), el Rojo y el Negro.
No tienes que ir de discotecas para enamorarte del lugar, pero este factor es lo que la hace única entre otras islas españolas o destinos de playa. Y es que los clubbers ibicencos son gente amigable y su estilo y música se dejan ver y se escuchan en cada rincón.
Empezamos a viajar a Ibiza hace dos décadas cuando el tío Patrick y su legendaria pareja, la tristemente desaparecida Leslie Balfour, comenzaron a incluirnos generosamente en sus fiestas de agosto. De esos días recuerdo a mis locos y queridos primos, los chicos Balfour, volviendo de un día en la playa en 3 coches diminutos de los que salían más personas de las que uno pensaría que entraran en ellos. Siempre estaban perfectos, bronceados y en chanclas.
Nuestro lugar favorito es el Jockey Club en Salinas, ideal para deliciosos almuerzos, baños en el mar e incluso para hacer alguna compra. Los Mezcal Mules en copas de cobre hacen que uno se sienta con buen humor y la vida parece maravillosa. Mi amiga y compañera de parranda (Roo, que regenta la empresa Roo’s Beach) prefiere Sa Trinxa, más ruidoso y popular entre los jóvenes. El camino entre los dos restaurantes es peculiar, ya que existe un tramo de playa nudista donde podrás ver alemanes peludos de sesenta años. Algunos bastante atléticos, a decir verdad.
De camino a casa desde Salinas se encuentra otro de nuestros lugares favoritos, el Experimental Beach Bar. Ubicado en un promontorio orientado al oeste es un lugar para ver la puesta de sol, gintonic en mano y con la banda sonora de los atardeceres ibicencos de fondo.
Como una vez al año es poco, a menudo necesitamos una recarga extra de la energía de la isla y la visitamos también a principios de año, cuando no está tan llena. Nos quedamos en Pikes, una encantadora y desenfadada hacienda y con una historia conectada con el rock and roll, ya que organiza grandes fiestas de este género en su parte trasera. ¡Advertencia! Algunas habitaciones están húmedas y otras no están bien aisladas, así que pregúntanos para que te aconsejemos cuál sería mejor reservar. Te ayudaremos encantados, porque la experiencia tiene que ser perfecta.
Si deseas sumergirte en la noche discotequera pero te preocupa quedarte amodorrado después de una buena cena, tu sitio es Ushaia. Es impresionante, al aire libre, una experiencia única. Si te apetece descansar un poco del boom boom sube a la Torre para disfrutar de cócteles y maravillosas vistas de su escenario y de la pista de baile. También hacen un brunch con todo el champán que quieras y con comida deliciosa.
Por otro lado tenemos el precioso pueblo de San Gertrudis, en el interior de Ibiza. Es maravilloso para pasar una noche. Allí adéntrate en el hermoso y ecléctico Es Cucons, hotel cuya tienda no podrás abandonar sin comprar algo para llevarte a casa. Para terminar, puedes ir al patio al aire libre adornado con guirnaldas de luces en Macao Café, ideal para una cena de gastronomía italiana.
El famoso mercadillo de fin de semana Dalias Hippy Market está un poco masificado, pero vale la pena visitarlo. Mi puesto favorito, Satalaya, está justo en la parte de atrás a la izquierda y vende bolsos de gamuza suave, cinturones, lazos para botas y bikinis adornados con abalorios y plumas. Bueno, los bikinis los miro con cierta envidia porque no nos quedarían bien ni a mis gatos ni a mí.
Como soy de buen comer, y en Ibiza no hago excepciones, te hago una última recomendación: debes comer o cenar al atardecer en S’Illa des Bosc en Cala Comte. Las gambas al ajillo, los arroces y los pescados a la sal son exquisitos.
De vuelta en el aeropuerto, ha llegado el momento de dejar Ibiza. Personas decaídas y sin energía arrastran los pies hacia la puerta de embarque en silencio. Sin embargo, me gustaría decirles que no se preocupen. La Isla Blanca no se va a mover de donde está y les espera para la siguiente ocasión.