1. ¿Cómo te iniciaste en la enseñanza del Inglés?
Cuando estudiaba en la universidad de Edimburgo tuve la oportunidad de obtener una beca Erasmus, gracias a la cual pasé un curso en Salamanca. Allí conocí a mi futuro marido y me puse a buscar un trabajo que me permitiera volver a España, pues también me había prendado de este país. Hice un curso TEFL (Teaching English as a Foreign Language) en Hastings y allí me quedé un tiempo.
Además de ser profesora de clases privadas, en compañías y en la universidad, también he dirigido un centro de entrenamiento TEFL en Barcelona, así como una escuela en la que se impartía español e inglés. Y ahora soy una de las fundadoras de INTI ONLINE Languages, donde llevo el departamento de inglés.
2. ¿Qué crees que define a un gran profesor?
Una combinación de diligencia, rigor y personalidad.
Primero diligencia, porque pienso que preparar bien las clases marca la diferencia. Me refiero a saber y tener en cuenta los puntos débiles de los estudiantes e incorporar actividades para mejorar dichos puntos. Además, un buen profesor debe preparar concienzudamente la secuenciación y organización de la clase, y adelantarse a posibles preguntas de los estudiantes que podrían distraernos del tema. Es muy importante tener un buen plan de ruta para nuestras sesiones y ceñirnos a él.
Sobre el rigor, me refería a que los buenos profesores se centran en los temas que están enseñando, asegurándose de que el contenido se está aprendiendo de manera satisfactoria, usando mecanismos de control del progreso. Porque una lengua no es solo aprender cosas nuevas, sino consolidar, revisar y practicar lo aprendido.
Por último tenemos la personalidad que, aunque no es lo más importante, sí es determinante en la motivación de los alumnos para dedicar tiempo a su aprendizaje, especialmente si es online. Cuando entrevisto a un profesor candidato para trabajar con nosotros me pregunto: ¿Esta persona tiene un comportamiento alegre y enérgico? ¿Tiene inteligencia emocional y muestra interés por los demás? ¿Es responsable y comprometido con su trabajo?
3. ¿Cuál es tu mejor consejo para alguien que empieza enseñar una lengua?
Habla contigo mismo en la lengua que vas a enseñar, así verás qué frases necesitas o de qué sueles hablar, y eso ayudará a descubrir qué puede necesitar un estudiante.
Así que cuando camines por la calle, en la cama, en el baño, mientras cocinas, cuando vas en bicicleta,… intenta traducir lo que piensas o lo que te dices a ti mismo. Las frases que te cuesten o no salgan solas, o directamente no sepas expresar, búscalas en google y escríbelas en tu cuaderno para así recordarlas.
4. ¿Y cuáles son algunos de los errores comunes de los estudiantes?
Los estudiantes principiantes y los intermedios bajos (podríamos decir del A1 al B1) a menudo no practican de manera eficaz porque dedican demasiado tiempo a pensar sus frases. Claro que hablar correctamente es importante, pero también lo es la fluidez, ya que si hablas demasiado despacio será tedioso para tu interlocutor y pensará que hablas peor de lo que lo haces. Creo que es más beneficioso hablar sin miedo y con fluidez, escuchar las correcciones de tu profesor y volver a repetir lo que has dicho, mejorando lo que te han indicado.
Por otro lado, los estudiantes de nivel superior a menudo tienen errores petrificados que no se esfuerzan por corregir, ya que valoran la velocidad por encima de la precisión, imaginando erróneamente que hablan un español más natural. En el mejor de los casos llamará demasiado la atención de un hablante nativo, y en el peor puede incluso hacer incomprensible lo que dice. ¡Escucha las correcciones de tus errores que haga tu profesor y trata de corregirlos!
5. ¿Qué consideras que es lo mejor de este trabajo?
Ver a los estudiantes lograr objetivos vitales y profesionales gracias al idioma que han aprendido. Como resultado de su estudio, a menudo emprenden un nuevo camino hacia un trabajo emocionante o inician una aventura en otro país, ya que las lenguas te abren muchas puertas. A menudo comparo aprender un nuevo idioma con escalar una montaña: puede ser un arduo ascenso, pero, ¡oh, menudas vistas encuentras cuando llegas a la cima!