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La factura del suministro eléctrico también se ha disparado en el último año en los principales museos públicos. Como ocurre en los hospitales, los museos son [1] que mantienen las 24 horas, los 365 días una climatización controlada. En su caso, para [2] de pacientes con siglos de vida. Los objetos no tienen horario. Para estos centros culturales reducir el [3] es complicado, sobre todo con olas de calor en el exterior. Sin embargo, el precio [4] un problema, porque no para de subir. Este es el caso del Museo Nacional del Prado que prevé un gasto de 3,3 millones de euros este año. El Prado pagaba hace cuatro años, en 2018, por la electricidad 1,6 millones de euros al año.
La humedad es lo que hace más daño de todos los agentes ambientales y se controla con la temperatura. Si baja la temperatura, la humedad aumenta. [5] los museos usen el gas para controlar la temperatura de sala, [6] producirá que sea una factura un 13% más cara que la del año anterior. Y los impuestos que hay que pagar al gobierno no ayudan.
A este [7] del gasto anual por los suministros de electricidad, gas y gasóleo, hay que sumarle la caída de taquilla por la pérdida de visitantes ante la pandemia de la COVID-19. En el último balance económico cerrado por el Prado es de 2021 y en él se reconocen 1,1 millones de visitas, esta cantidad es menos de la mitad de la alcanzada en 2019. En 2022 las visitas están remontando: por ahora están un 30% del ritmo de taquilla habitual antes de la pandemia. Si se [8] esta tendencia, el museo volvería a tener los mismos visitantes que antes de la pandemia en un año, pero ganarían menos dinero por las facturas energéticas.
No obstante, Rafael Hernández Martínez, responsable del desarrollo sostenible del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, se anticipó al incremento del precio cuando hace dos años, con el confinamiento de la COVID-19, propuso a la dirección que [9] un proyecto de eficiencia climática. “El tiempo nos ha dado la razón”, resume satisfecho por haber conseguido gastar en estos años 60.000 euros menos de agua, 135.000 menos euros de gas y 500.000 menos euros de luz.
Esta subida del precio podría haber sido mucho mayor si no [10] en marcha medidas de ahorro antes de la guerra de Ucrania. Encontraron fugas de agua y las repararon; cambiaron las temperaturas en sala para bajar el consumo; y los viernes fue obligatorios trabajar en casa.“[11] pioneros en la implantación del teletrabajo y desde entonces los viernes es obligatorio trabajar en casa. [12] mucho porque apagamos 3 días el aire acondicionado”, cuenta Rafael Hernández. Lo siguiente, anuncia, es la implantación de energías renovables con aporte solar, geotermia y aerotermia. “Es la apuesta del futuro. Bajaremos la factura eléctrica y eliminaremos el consumo de gas, porque sólo lo usamos para crear calor y controlar la humedad. Ahorraremos un millón de euros al año”, indica.
Esto es un ejemplo de cómo los museos están cambiando su mentalidad. El Consejo Internacional de Museos (ICOM) asumió en 2019 la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y recientemente ha propuesto, a través del proyecto “Mobilising Museums for Climate Action”, cinco enfoques [13] los museos ayuden “a toda la sociedad a reducir rápidamente sus emisiones de gases de efecto invernadero”. Advierten de que los museos deben comprender cómo les afectará el cambio climático para “adaptar sus prácticas, su ubicación, su programación y sus colecciones para estar preparados de cara al futuro”. Los [14] urgentes de un planeta que se calienta no pueden ser distantes a su mundo contemplativo.